Crecen los delitos de odio en nuestras ciudades y pueblos. Lleva tiempo siendo así, pero hasta que no le hemos puesto cara, no hemos pensado que la víctima podría ser nuestro hermana, nuestro vecino, nuestro hija. Que podríamos ser nosotros mismos. Samuel ha hecho que sintamos cerca una realidad que lleva tiempo creciendo a nuestro lado.

Y algo parece haber despertado en la calle, en la gente. Un basta ya ante el odio y las agresiones, un grito colectivo que llena el alma, pero que debe mantenerse vivo. Y que debe hacerse ley, contra el odio, a favor del respeto al otro, a la otra, seamos como seamos.

Tomar conciencia de esto es imprescindible. De todos los delitos de odio. Lo que en la CIDH llevan décadas abordando y llaman violencia por prejuicio, la que se ejerce contra las personas que se perciben como transgresoras de lo que consideramos la norma. Y ese es el problema, que todas y todos, de cerca, somos diferentes. Que, si realmente nos miramos de cerca, y nos escuchamos, no existe lo estándar, lo normal, porque de cerca todas las personas somos diferentes, y eso es al fin y al cabo lo mejor de todo.

Quienes creemos que nadie puede quedarse atrás en el reconocimiento de derechos de ciudadanía debemos tener claro este compromiso. Por eso urge que sean aprobadas la Ley Trans y de Igualdad LGBTI y la Ley de Igualdad de Trato. Ya llegan tarde. La igualdad no puede esperar más.

José María Núñez Blanco

Presidente de Fundación Triángulo