Normunds Kindzulis en Letonia, Lindolfo Kosmaski en Brasil y Alireza Monfared en Irán. Tres países, tres continentes diferentes, tres nuevas vidas asesinadas por el mismo odio; la misma LGBTIfobia, la misma impunidad.
La violencia y la discriminación por orientación sexual, expresión de género e identidad de género persiste en todos los rincones del planeta, no conoce fronteras: en los asesinatos de mujeres trans en Centroamérica, en las “violaciones correctivas” contra mujeres lesbianas en Sudamérica, en las penas de muerte y cadenas perpetuas en África, en los suicidios de jóvenes y adolescentes LGBTI en Europa, en las agresiones en lugares públicos, en los casos de acoso escolar y laboral, en la violencia familiar y en la expulsión del hogar… ¿Hasta cuándo?
Para las personas LGBTI el mundo no es de color de rosa. En demasiados lugares nuestros derechos continúan siendo negados y vulnerados. La LGBTIfobia existe y sigue señalando, persiguiendo, violentando y matando a muchas personas LGBTI por el solo hecho de ser o amar diferente. Mientras persista la violencia y la discriminación, la ansiada igualdad real será una utopía todavía lejana.
En nuestro tiempo la democracia, como sistema que protege y garantiza la libertad y la igualdad de derechos, está gravemente amenazada. Las fuerzas de ultraderecha ganan terreno en el ámbito político, y también en el social, y los discursos de odio se abren paso cuestionando los derechos humanos, incitando a la discriminación y legitimando la violencia. No podemos tolerar los retrocesos, no podemos permitir que sigan socavando la convivencia democrática. Frente al odio es necesario seguir conquistando más derechos, más políticas que promuevan la igualdad y la diversidad.
En los últimos años España ha avanzado mucho en la consecución de la igualdad legal, gracias al esfuerzo sostenido del activismo LGBTI. La ley de matrimonio igualitario, la ley de identidad de género o las leyes autonómicas de igualdad LGBTI representan hitos esenciales en este sentido. Además, nuestro Código Penal, a pesar de las mejoras que requiere, penaliza los delitos y los discursos de odio, un fenómeno que muestra un incremento preocupante en nuestra sociedad.
Ahora, más que nunca, debemos dar un paso más para consolidar la igualdad y enfrentar la discriminación por LGBTIfobia. Ampliar derechos es crucial para frenar la intolerancia. Por ello, desde Fundación Triángulo instamos una vez más al Gobierno a aprobar una legislación integral trans y por la igualdad LGBTI que proteja y garantice nuestros derechos, especialmente los de las personas trans, desde un enfoque despatologizante y reconociendo la libre determinación de género.
Necesitamos valentía, compromiso y voluntad política para cuidar la democracia, conquistar nuevos derechos y enfrentar la discriminación. Queremos construir un mundo diverso y libre, libre de odio y LGBTIfobia, donde quepamos todas y todos. Denunciemos el odio, celebremos la diversidad.