«Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma».
La Agrado (‘Todo sobre mi madre’ de Pedro Almodóvar)
La cultura nos hace libres, y también visibles. ¿Pero se puede ser libre sin ser nombrada, sin ser vista y escuchada, sin ser reconocida? Las personas LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersex) sabemos que no. La invisibilidad, la ausencia y el silencio siempre han reforzado los contornos de la desigualdad y la discriminación.
Cuando se nos han negado derechos se nos ha arrebatado también la posibilidad de ser y de estar en el mundo, de visibilizar nuestras realidades y necesidades, nuestros deseos y nuestras luchas. Se nos ha negado, en definitiva, nuestra existencia y nuestra identidad. Gracias al esfuerzo activista, esta realidad está cambiando a pasos agigantados. Debemos seguir luchando contra el odio y la intolerancia que persisten, pero también tenemos logros y victorias que celebrar.
La cultura en general y el cine en particular han sido (y son hoy) cómplices decisivos en esta tarea de sensibilización. Han contribuido mucho a empujar los cambios sociales necesarios, han impulsado la igualdad que estamos construyendo entre todas y todos: haciendo visible lo que era silenciado, concienciando sobre la diverso de nuestra sociedad, haciendo pedagogía de los derechos frente a la desigualdad y la discriminación.
Sin directores como Eloy de la Iglesia, Pedro Almodóvar o Alejandro Amenábar, entre otros, nuestro cine sería hoy más gris, más monocolor, menos diverso, menos libre. Su visibilidad en el mundo cinematográfico y sus obras superaron los márgenes y tejieron una gran bandera arcoíris que nos ha colocado en la escena cultural, que nos ha puesto delante de cámaras y focos para gritar que hay diferentes formas de ser y de estar en el mundo, que existen diversas formas de amar.
Pero, ¿y las mujeres? ¿Dónde están las directoras, las actrices, las productoras? ¿Dónde están las mujeres lesbianas, bisexuales y trans en el cine? No hace falta recurrir a una calculadora para comprobar que son pocas, que siguen siendo invisibilizadas. Identificar las ausencias es esencial para poder avanzar. La igualdad será completa, para todos y para todas, o no será real. La cultura y el cine, como nuestra propia sociedad, todavía distingue dos caminos paralelos y muy diferentes. Y la carrera profesional de las mujeres continúa siendo una gran gymkhana, un recorrido repleto de obstáculos y barreras para poder reivindicar su lugar, su papel, libres de tutelas e imposiciones. Como muestra un botón: La primera ceremonia de los Premios Óscar se celebró en 1929, pero no fue hasta 2010 cuando fue premiada la primera directora (Kathryn Bigelow). Este año Chloé Zhao también hizo historia al convertirse en la segunda mujer directora en ganar un Óscar.
Películas de temática gay como Philadelphia, Fresa y Chocolate, La mala educación, Brokeback Mountain o Milk abrieron camino y marcaron hitos muy relevantes en la historia (también cultural) de la conquista de la igualdad, pero sin abordar las realidades específicas de las mujeres lesbianas, bisexuales y trans. Carol, Habitación en Roma, De chica en chica, No sin ella, La chica danesa o Una mujer fantástica han recogido el testigo y comienzan a construir un cine LGBTI más diverso e inclusivo, desde la perspectiva de un feminismo todavía imprescindible para que las mujeres sean nombradas, escuchadas y reconocidas.
El cine de temática LGBTI mantiene todavía hoy una gran deuda con las mujeres lesbianas, bisexuales y trans. Hacen falta más mujeres, delante de las cámaras y también detrás de las pantallas. Es necesario seguir escribiendo, rodando, actuando contra la discriminación, contra la LGBTIfobia, en favor de la igualdad y la diversidad. Pero sin ellas, nuestra cultura y nuestro cine no serán libres del todo. Y nuestra sociedad tampoco. Acabemos con las ausencias, rompamos los silencios.
Silvia Tostado Calvo
Presidenta Fundación Triángulo de Extremadura
(Artículo aparecido en el número 304 de la Revista Versión Original, dedicado al cine LGBTI).